ESTRUCTURA Y FUNCIÒN DEL RELATO (ROLAND BARTHES)

  

ANÁLISIS LINGÜÍSTICO Y LITERARIO DEL RELATO

Los relatos establecen un factor determinante en la vida social de los individuos, sujetos a la comunicación, que narran hazañas de la existencia misma; es por eso que se condensa la intención del relato en el estudio de la lingüística y la literatura. Dado lo anterior, la intención del presente ensayo es establecer la importancia del relato a partir de una perspectiva integradora; articulando la lengua con el estudio de la semántica y la gramática y, por su parte la literatura, analizando las posibilidades de ser de los personajes mediante las acciones que se establecen.

Partiendo de Barthes, “el relato comienza con la historia misma de la humanidad”, lo que quiere decir que desde que la humanidad se conoce, se atribuye su capacidad para crear relatos sobre aquellos fenómenos que se protagonizan; al respecto,  este ha estado presente “en todos los tiempos, en todos los lugares, en todas las sociedades” (1977, p. 5). De modo que, el hombre como actuante de la cultura y la vida social en transformación, establece relatos que complejizan la existencia de la literatura y la lingüística.

En este sentido, se pretende analizar cuál es la estructura que se utiliza para describir relatos, teniendo en cuenta, la lengua de la que ha surgido y la multiplicidad de puntos de vista (Barthes, 1977, p. 4), histórico, psicológico, sociológico, estético, entre otros. Entonces, ¿cómo concebir el análisis narrativo de un universo de relatos?, es esta cuestión la que nos dirige al sentido pragmático del estudio, es decir, a la elaboración de la teoría. De manera que, se expondrán los aspectos relevantes del relato para, posteriormente, analizar la trascendencia lingüística y literaria del relato. 

Para empezar, el estudio de la lingüística se establece a partir de la frase, entendiendo que esta puede condensar el objeto del discurso; en palabras de Marinet “La frase es el menor segmento que sea perfecta e integralmente representativa del discurso” (1977, p. 7); lo que significa que la lingüística del discurso relaciona su análisis con los sistemas semióticos y dimensiones que se esconden en unidades de significado: Frase o pequeño discurso.

En definitiva, la organización fonética, fonológica, gramatical y contextual que se analiza desde la lingüística, establece su importancia por estructurar los sistemas de sentido que vienen a significar la frase y el discurso, elementos pertenecientes en el relato. Por lo que, partiendo de la frase como unidad mínima de sentido, se construye la idea de que el relato no es la suma de frases o proposiciones, sino más bien la conjunción de elementos y situaciones que lo integran y le atribuyen un significado.

De acuerdo a lo anterior, se comprende que su identidad se conjuga entre los estudio literarios y los estudios lingüísticos, puesto que, como menciona Barthes “no es posible concebir la literatura como un arte que se desinteresaría de toda relación con el lenguaje” (1977, p. 9), dado que este último es el instrumento para expresar las ideas, las pasiones o las complicaciones de la existencia. Hasta este punto, podemos conceptualizar al relato como “una jerarquía de instancias” (1977), un espacio en el que se narran hazañas de personajes y se analiza la transversalidad de la historia.

En primera instancia, el carácter funcional del relato permite la interrelación de los segmentos de la historia que corresponden a los niveles; lo que quiere decir, que la unión secuencial de niveles de sentido o correlaciones del relato se establece únicamente a partir de las funciones. No obstante, la función como unidad de contenido, estudia la connotación propia de las palabras ubicadas en el discurso.

Así que, atendiendo a la clasificación de las funciones, propuestas por Propp y retomadas por Bremond, por un lado, las funciones distribucionales determinan la consecución de los actos ejecutados en el relato: por ejemplo, coger un libro tiene como correlato empezar la lectura; con esto se pretende establecer la secuencia de situaciones que pueden ser dadas de acuerdo al tiempo, al espacio y al contexto. Por otro lado, las funciones integradoras, conciernen a los indicios que se remiten de acuerdo a las acciones de los personajes y a la narración; es decir, la pesquisa ejecutada para establecer el significado implícito en la naturaleza del relato.

Teniendo en cuenta lo anterior, el análisis de Barthes establece que las funciones distribucionales corresponde a los cuentos populares, autores como García Márquez en el Mar del tiempo perdido, “El señor Herbert se puso el índice en la boca y permaneció así hasta que pasaron las últimas flores (1962).; y los indicios, propios de las funciones integradoras, se presentan en novelas psicológicas, de las cuales podemos resaltar la literatura de Edgar Allan Poe: En Los crímenes de la Calle Morgue, se expresa la pesquisa del protagonista en aras de responder al enigma, “No había perdido la pista ni un solo instante. Los eslabones de la cadena no tenían ninguna falla, y esa conclusión era el clavo” (Poe, 2011, p. 53).

Hasta ahora, se pretende exponer que el relato comprende distintas posibilidades de sentido, y a partir de la secuencia disgregada en situaciones inesperadas justifica el análisis de su estructura y su significado. Dicho de este modo, Barthes menciona que, “una secuencia no ha concluido cuando ya, intercalándose, puede surgir el termino inicial de una nueva secuencia” (1977, p. 31), lo que significa que la integración de secuencias puede limitar o prolongar, necesaria y suficientemente el relato.

En segunda instancia, las acciones refieren a la participación de los personajes en la vida del relato; es decir, como agente de acción, sujeto actuante, conforma una personalidad, un ser específico y ejecuta serie de acciones que determinan la esencia de este. De manera que, “el personaje ha dejado de estar subordinado a la acción, ha encarnado de golpe una esencia psicológica” (1977, p. 33), es decir, el curso dado de las situaciones en el relato, del espacio-tiempo y  son determinadas por el agente de acción (personaje).

Para continuar, desde la perspectiva de Bremond, “cada personaje puede ser el agente de secuencias de acciones que le son propias” (citado por Barthes, 1977, p. 34). Así que, la realización de las acciones necesita de dos o varios agentes de acción, lo que quiere decir también que el número de perspectivas o de puntos de vista en el relato son proporcionales al número de agentes de acción que se establezcan allí. Entonces, Todorov clasifica los personajes de acuerdo a las relaciones y a las acciones que se establecen a los largo de la historia; por su parte Greimas propone describir los personajes como actantes, de acuerdo a sus modos de participación en el relato.                        

Ahora bien, los niveles de descripción respecto de los personajes, propuestos anteriormente, permite identificar una perspectiva común y se trata de “definir al personaje por su participación en una esfera de acciones” (1977, p. 36). Dado esto, la articulación del relato se interpreta entonces como una construcción de situaciones, que corresponden a pequeños actos que conforman el sentido global y comunicativo del mismo, dando vida propia a los actantes.

En tercera instancia, la narración identifica al sujeto narrador, en ocasiones actuante o en otras extradiegèdito del relato; no obstante, del carácter narrativo de la teoría literaria surge la importancia de distinguir al autor del narrador, de manera que lo que se busca es “describir el código a través del cual se otorga significado al narrador y al lector a lo largo del relato mismo” (1977, p. 39). En efecto, el narrador como sujeto consciente en la historia, determina así una neutralidad como conocedor y observador de las acciones y pensamientos de cada personaje. (Sartre, p. 40).

De igual manera, para analizar la relevancia del autor en el carácter narrativo, es necesario acudir a las formas del lenguaje establecidas en la narración; de hecho, el análisis gramatical y sintáctico del relato permite identificar si el narrador es sujeto actuante de la obra o se desarticula desde la neutralidad. Por ello, Barthes nos aclara que “quien habla en el relato, no es quien escribe, y quien escribe no es quien existe” (1977, p. 41); así es como se establece la capacidad creadora del escritor/autor del relato, siendo este participe haciendo uso del pronombre yo o si por su parte, utiliza la tercera persona para referir a otros.

En suma, los elementos del nivel narracional, expuestos por Barthes en su análisis estructural del relato, tales como las funciones, las acciones y la narración; proponen la integración del estudio lingüístico y literario. De manera que, el uso gramatical y sintáctico del lenguaje en el relato determina el análisis semántico o significativo que se establezca allí. Además, desde la teoría literaria se analiza el papel de los personajes, como sujetos actantes, generadores de acción y nuevas posibilidades de sentido. De modo que, el papel del narrador, las acciones establecidas, la secuencia y el vínculo de las situaciones construyen el universo de significados implícitos y explícitos del relato.

 

CONCLUSIONES

En conclusión, la cualidad de libertad que se atribuye al relato, se establece por su capacidad de construir sentido y significado; de este modo se busca analizar la flexibilidad del lenguaje, en la medida en que adecua personajes y situaciones, crea realidades en un espacio – tiempo determinado. Entonces, la integración de los estudios lingüísticos, (gramática, la sintaxis y semántica) y literarios (personajes, acciones, narrador) permite construir la funcionalidad del tiempo, de las emociones y de la esencia que se vive en el relato, creación total del lenguaje.

Por consiguiente, el contacto con el lector se mantiene a través del suspenso, entendido este como la tensión que capta la atención y la predicción de hechos o situaciones de parte de este participante externo del relato. De este modo, se define que los elementos característicos tales como las funciones, las acciones y el narrador establecen desde su unidad de análisis la construcción de sentido de la que se apropia el lector (participante activo) del relato, transformando este desde su lectura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÌA

-        Barthes, Roland (1977). El análisis estructural del relato. Tiempo contemporáneo.

-        García Márquez (1962). El mar del tiempo perdido.

-        Poe, Edgar Allan (2011). Los crímenes de la Calle Morgue. En Narraciones extraordinarias. Bogotá.

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