LA CONSTRUCCION CIUDADANA


INTRODUCCIÒN

La construcción ciudadana se ha convertido en un objetivo principal para las distintas comunidades y grupos sociales, pertenecientes a variados espacios geográficos desde los cuales se establecen formas de lucha y resistencia ante las imposiciones políticas gubernamentales; estas por su parte obstaculizan que dicho proceso y desarrollo se efectúe. Sin embargo, las perspectivas teóricas y empíricas sobre la construcción de la ciudadanía; con responsabilidad sobre sí misma y conocedora de su espacio, territorio, cuerpo y contexto; determinan también que solo desde las acciones conscientes y la autonomía (social, política, biológica y territorial) se configura una ciudadanía que reaccione política y asertivamente ante las decisiones de sus representantes políticos. 

Lo anterior pretende afirmar que, el ser humano se construye con base en distintas dimensiones, las cuales serán abordadas en el presente ensayo; además, a manera de dialogo se pretende conjugar las perspectivas de tres textos investigativos y ensayísticos; primero, sobre la conformación y construcción de la ciudadanía en ámbitos civiles, sociales y políticos en el contexto del clientelismo como representación política colombiana; segundo, la identidad y construcción del ciudadano biológico, capaz de comprender su propio cuerpo y preservar la vida a partir de la ciencia y la tecnología.  Finalmente, la construcción de la autonomía indígena para ejercer un gobierno que responda a sus conflictos en relación con el territorio, la sociedad y el medio ambiente.

En aras de configurar un conocimiento disciplinar en torno a la construcción ciudadana, se elaboran tres categorías: Identidad, intervención y autonomía, las cuales establecen las relaciones sociales, políticas, biológicas y territoriales que componen los grupos sociales y que complejizan a si mismo sus modos de vivienda y reconocimiento. Finalmente, se expone una conclusión que interrelacione los contenidos expuestos para así generar nuevas perspectivas y otras dimensiones en respuesta a la continua construcción de la ciudadanía.

DIMENSIONES PARA LA CONSTRUCCIÒN DE LA CIUDADANIA

La formación de la ciudadanía se ha establecido como un objeto primordial con la idea de constituir a las comunidades como sujetos políticos, con bases epistemológicas sobre su propia naturaleza humana, social, biológica y territorial. Por ello, el debate que se presentará en este ensayo contribuye al dialogo de las dimensiones del ser humano, que en construcción desde distintas ubicaciones geográficas, busca transformar la participación social y política de las comunidades indígenas o grupos sociales. Así que, se analizarán las conceptualizaciones teóricas frente a la construcción ciudadana desde las alianzas y relaciones políticas: enfatizando en el clientelismo; también a partir del ciudadano biológico, su relación con la ciencia y la tecnología; finalizando así con la decisión del ser sobre su propio territorio y autonomía política.

1.     IDENTIDAD:

Para empezar, desde la perspectiva de Marshall, se dimensiona al ser humano bajo tres aspectos: el primero, como sujeto civil que se dirige por una religión y una opinión particular; el segundo, como sujeto político, capaz de participar en entornos de proyecciones públicas y objetivos sociales; y el tercero como sujeto social que ejerce actividades con fines de bienestar económico (Marshall, 1992: García, 2000, p. 10). Al respecto, se afirma que “este tipo de construcción ciudadana es calificada por algunos autores como pasiva o privada, debido a que no implica una obligación de participar en la vida pública” (Kymlicka y Norman, 1997: 8). Es decir, desde la perspectiva de Marshall la posibilidad o capacidad del ser humano como sujeto político no establece la responsabilidad que este tiene frente a su contexto y su comunidad; concepto que pretende entender al individuo como sujeto colectivo, que se relaciona y se involucra constantemente con otros.

En ese sentido, desde la evolución de la ciudadanía propuesta por Marshall (1950) “los derechos civiles otorgados en el siglo XVIII hicieron necesaria la ampliación de la ciudadanía política en el siglo XIX, y la ciudadanía social en el siglo XX” (Rose, 2012, p. 268). Lo anterior quiere decir que desde esta perspectiva se analiza al sujeto desde la historia política, promoviendo así los “proyectos de ciudadanía” que corresponden a las formas de dominio por parte de las autoridades sobre los ciudadanos de acuerdo a sus derechos y su contexto, puesto que “esos proyectos de creación de ciudadanos fueron decisivos en relación con la idea de un Estado nacional” en contravía con el multiculturalismo. (Rose, 2012)

Desde la historia social, la ciudadanía ha intentado “pensar a través de cuales, por qué y con qué efectos se formó la ciudadanía”, construcción que pretende en primera instancia abordar la identidad del sujeto, el reconocimiento de su propio ser como perteneciente a un grupo, colectividad y territorio. Todo esto, también lo conduce a cuestionar sobre “qué luchas por las identidades se dieron en el pasado y cómo” (Tilly, 1996: 3), por ello se establecen 4 características en relación con la identidad pública del sujeto:  

-        Relacional, puesto que establece identidades mediante las relaciones y conexiones entre los individuos y los grupos sociales.

-        Cultural, asimilando las formas de representación simbólica que se comparten en la realidad.

-        Histórica, puesto que concibe las memorias y los significados que se construyen en la vida del sujeto.

-        Contingente, ya que las identidades son producto de interacciones que pueden complejizarse.

Teniendo en cuenta lo anterior, Margarita Somers (1993), establece el análisis a la formación ciudadana en el contexto de Inglaterra del siglo XVIII, destacando la articulación de la misma desde la práctica política, legal y simbólica del sujeto. Entonces, desde este enfoque Ikegami (1996) señala que la construcción ciudadana establece también, la relación política del sujeto con el Estado y sus miembros, entendiendo así la nacionalidad como identidad social. De esta manera, se amplía la dimensión del sujeto, estableciendo que su esfera política se acentúa a partir de las formas de resistencia ante el sufragio de parte del estado y también, desde espacios de opinión como la prensa.

Ahora bien, los análisis de las creencias biológicas en terrenos políticos del siglo XIX y XX son numerosos; no obstante, desde la biologización de la política se establece el ciudadano biológico para condensar los proyectos de ciudadanía que se formulan respecto a las poblaciones, raza, especies, hombres y mujeres, familias, entre otros vínculos; es por esto que constantemente “la ciudadanía biológica esta experimentando una transformación y reterritorialización en la dimensión nacional, local y trasnacional” (Rose, 2012, p. 270). En este sentido, desde la concepción biológica del ser, es fundamental incentivar la responsabilidad corporal y genética del ser consigo mismo, “la responsabilidad que le cabe al yo de administrar su presente a la luz del conocimiento de su propio futuro” (Rose, 2012). Así se argumenta desde Petryna que “la propia idea de ciudadanía aparece ahora cargada con la idea de supervivencia”, sin embargo esta idea individual del ciudadano biológico se condensa con la idea colectivizante de Paul Rabinow quien instaura el concepto “Biosocialidad” para referirse a las identidades compartidas, el activismo médico y la tecnología ética que pretende preservar la vida a partir del conocimiento científico de la salud y el tratamiento de la enfermedad.

En suma, la idea de constituir sujetos responsables con su propio cuerpo, dispuestos a los conocimientos de la ciencia médica, y sobre todo “educar al público en relación con la ciencia y la tecnología forman parte de las estrategias para constituir al ciudadano biológico” (Rose, 2012, p. 284), todo esto con el fin de redefinir las habilidades, potencias y profesionalidad de la identidad biológica del ser. Entonces, la búsqueda activa del conocimiento científico, el activismo político y la responsabilidad corporal y genética establecen la mirada al ciudadano biológico, profundizando así la identidad en la “construcción ciudadana”.

2.     INTERVENCIÓN:

Para establecer un análisis a la construcción ciudadana es preciso evaluar el papel de la democracia como forma de participación e intervención política del sujeto, y además, comprender la perspectiva de la representación y el clientelismo: conceptualizaciones y acciones de poder político que vienen a ser necesarias y trascendentales en la configuración de las dimensiones de la ciudadanía. En el contexto colombiano, se define el clientelismo como “la forma predominante de representación política” (García, 2000, p. 15), entendiendo representación como la relación del representante con el representado “la cual se establece a través de los procesos electorales, y en la que el primero queda autorizado para decidir por los representados, y a su vez debe rendir cuentas a éstos” (Bejarano, 1998: 98).

La democracia se establece a partir del voto como la manera en que los ciudadanos eligen un representante que tome decisiones financieras, económicas, políticas, sociales y culturales por el representado, en este caso corresponde a los ciudadanos colombianos. La definición establece tres aspectos importantes: primero el poder delegado a un tercero por parte de los ciudadanos; segundo, los procesos electorales que principian la representación; y tercero, aquellos procesos electorales que definen consigo la capacidad de respuesta por parte de los representados hacia la representación política. (Sartori, 1999, 266). Dado lo anterior, las formas de representación cuando son implementadas se dilucidan en el desconocimiento de parte del representante hacia sus electores; conformando así desde la perspectiva de Sartori (1999), la importancia del parlamento debido  a que este “no solo representa a alguien frente a algún otro, sino que a su vez gobierna sobre la ciudadanía” (1999, p. 263).Con la idea de representar y a su vez gobernar, se dilucida sobre los vínculos personales que conllevan a intereses particulares de parte de los representantes, por encima de los generales o de gestión social.

Por su parte, el clientelismo como termino clave para comprender el sistema político colombiano, se conceptualiza para indagar sobre las dinámicas participativas en los espacios de política local como objeto de intermediación por parte de los ciudadanos. Además, se establece que “este fenómeno sigue siendo una realidad del sistema político colombiano” (García, 2000, p. 22) y que igualmente ha sufrido transformaciones en sus ejecuciones políticas a pesar de los cambios de época tradicional a época moderna. Del mismo modo se afirma que el ciudadano no responde a las transformaciones de la modernidad, es decir, un sujeto desconocido ante la modernización de la cultura, la tecnología y la construcción ciudadana.

Para continuar, el esquema de Webber plantea el clientelismo como la forma no racional de dominación en sociedades modernas o en proceso de modernización. Entonces, se establece una dualidad entre la tradición y la modernidad que constata que el fenómeno del clientelismo se encuentra fundamentado en la legitimidad de las tradiciones ciudadanas, más que por el sistema de reglas o normatividad que debería componer. (Gonzales, 1997, p. 170). En otras palabras, la legitimidad tradicional favorece al objetivo del clientelismo como estrategia de dominación, ya que las reglas de dominación dependen del sujeto que domina y no como resultado de un pacto público (García, 2000, p. 24). De este modo, se conceptualiza el clientelismo colombiano como:

“una forma de intercambio interpersonal que implica una larga amistad instrumental en la cual un individuo de más status socio-económico (patrón) usa su propia influencia y recursos para proporcionar o beneficiar a una persona de menos status (cliente); a su vez, este responde al patrón al ofrecerle apoyo y asistencia general, incluidos servicios personales” (Scott, J. 1970; citado en Leal y David, 1994: 39)

En definitiva, se propone que el clientelismo como una forma de representación del sistema político de Colombia, establece la relación entre el representante y el representado particularizando dicha representación, articulando así negociaciones consensuadas entre partes. Así que, dicha “particularización de la representación, toma la forma de una relación cara a cara a partir de la cual se construyen los intercambios desiguales”, (García, 2000, p. 31); es decir, el acceso a la burocracia y el destino de los recursos económicos determina la prominencia de las relaciones individuales propias de la representación clientelista, y además, la forma como a partir de estas prácticas políticas se limitan nuevas proyecciones ciudadanas.

3.     AUTONOMÌA:

Dadas las nociones expuestas anteriormente que corresponden a la identidad y a la  intervención, la construcción ciudadana establece nuevas formas de visibilizar sus objetivos sociales como representantes también de una cultura y una comunidad. De este modo, la historia del territorio de Lomerìa, en el pueblo de Monkoxi, (comunidad indígena de Bolivia) relata el saqueo de la tierra, la madera y los minerales por parte de habitantes terceros, quienes los esclavizan y les instauran la gran lucha de conseguir la libertad. “El pueblo de Monkoxi se caracteriza por tener un proceso histórico marcado por momentos de conflicto y consecuente ruptura, lo que le ha permitido dar saltos cualitativos y avanzar hacia su autonomía” (Incurias, Stosch, Baldelomar, Rodríguez, 2019, p. 184).

En el contexto de Bolivia, la reforma agraria representó un beneficio significativo para las regiones élites rurales, “usualmente para actividades agrícolas o crianza de ganado que expandieron sus posesiones sobre tierras públicas” (Pacheco, 2009), permitiendo así el enfrentamiento de los grupos indígenas por la gobernabilidad de su territorio, fragmentando las posibilidades de que obtuvieran acceso legal a la tierra. Dado esto, en 1982 surgió la Central Indígena de Comunidades originarias de Lomerío (CICOL), como un principio de libertad y organización política representativa del territorio. 

Como un espacio de apoyo y acompañamiento al pueblo de Monkoxi de Lomerío, se argumenta que su objetivo primordial es “generar espacios de aprendizaje y ayudar a trabajar escenarios futuros para fortalecer su autonomía” (Incurias, Stosch, Baldelomar, Rodríguez, 2019, p. 185), todo ello buscando desde la academia generar procesos de transformación socio-ambiental. Así mismo, se dimensiona la construcción de nuevos enfoques de desarrollo y fortalecimiento de las capacidades ciudadanas, en aras de proteger el territorio, consolidar espacios de vinculación y participación en escenarios futuros, dialogar e intercambiar de ideas que permiten la generación de nuevos sistemas de acción. 

En el siglo XXI, sobre el año 2009 nace el estado plurinacional en Bolivia, reconocimiento a la autonomía indígena y al proceso histórico que responde a tal condición, puesto que, “en los años noventa, las acciones se orientaron a lograr el reconocimiento de sus derechos territoriales, la titulación del territorio da paso para que en la actualidad adquiera fuerza la esfera de la participación” (Incurias, Stosch, Baldelomar, Rodríguez, 2019, p. 190). Por lo anterior, la autonomía de la ciudadanía intercultural implicaba nuevas estructuras de participación desde el gobierno boliviano.

En consonancia con lo anterior, las estrategias de transformación del pueblo indígena se dilucidan en el control del territorio, la consolidación de la autonomía en relación con las decisiones políticas de acuerdo a sus recursos y a sus bosques, el manejo forestal comunitario y la educación de la salud y el género; de esta manera, “Los Monkoxi han ido desarrollando diferentes estrategias en también diferentes plataformas de lucha que a su vez han sido puestas en práctica para impactar en diferentes esferas de poder hegemónico” (Incurias, Stosch, Baldelomar, Rodríguez, 2019, p. 198).

A modo de conclusión, la consolidación de la sostenibilidad ciudadana en torno a la formación y a la educación del sujeto, respecto de sus dimensiones de ser y también, en relación con el manejo responsable del territorio y de los conocimientos para participar política y activamente sobre los conflictos que complejizan los contextos sociales; resulta ser un proceso productivo para la construcción ciudadana. Como resultado de la aprehensión de conocimientos y el fortalecimiento de capacidades, se establece un ciudadano consciente y responsable, tanto desde la visión del representante político como desde la perspectiva y realidad del representado.

BIBLIOGRAFÌA

-        Garcìa, M. (2000). ¿Ciudadanía avergonzada? Democracia local y construcción de ciudadanía. El caso de las juntas administradoras locales de Bogotá. Programa Regional de Becas CLACSO. Disponible en la World Wide Web: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/becas/1999/garcia.pdf

-        Rose, N. (2012). Polìticas de la vida: Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI. Universidad de Chile. Facultad de Ciencias Sociales.

-        Incurias, Stosch, Baldelomar, Rodríguez, (2019). Bolivia, desafíos socioambientales en las tierras bajas. Instituto de investigación científica social de la universidad NUR. Editorial NUR.

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